Una pareja adulta decide, durante la última pandemia, transformar una casa de fin de semana en su vivienda permanente.
La intervención se puede resumir en dos acciones.
La primera supone la readecuación interior para el nuevo uso, imaginando una vivienda en contacto visual directo con el paisaje rural, ampliando aberturas y agregando un espacio de entrepiso para uno de sus hijos.
La segunda fue la materialización de una celosía de ladrillo perimetral que cumple la función de  protección de fachada,  extendiendo los limites originales de la casa
Finalmente, entendemos el espacio ganado como una interfase, una nueva instancia de conexión entre la casa, el campo y quien la habita.